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Ceuta y Melilla: inmigrantes en los márgenes

Retrobeu aquí la reflexió d’un alumne de la cinquena edició del curs Asil, Immigració i Drets Humans sobre la taula rodona “Quins drets humans a la Frontera Sud?”

Ceuta y Melilla: inmigrantes en los márgenes

Atender a testimonios de primera mano por parte de aquellos y aquellas que viven la realidad en la frontera sur de España puede resultar sobrecogedor y frustrante a partes iguales. El testimonio de José Palazón, coordinador de Prodein Melilla fue esclarecedor en varios sentidos.

Su intervención dejó en mi subconsciente frases demoledoras como “la guerra que más gente mata es el hambre”, y también potentes imágenes como la del desprecio por el ‘hombre negro’ en Marruecos y la frontera sur de Europa, la equiparación de éste con un animal (o incluso menos), las condiciones de esos ‘agujeros negros’ que son los CIEs o la descripción del sur de España y norte de África como ‘territorio sin derechos’. Asimismo, no se puede obviar las claves respecto a la configuración de la frontera, los tratos de España con Marruecos en su intento de controlar los flujos migratorios, la dialéctica del miedo que impera o el macabro papel de la Guardia Civil. A continuación me referiré a estos y otros asuntos relacionados.

En pura clave de ‘ayuda al refugiado’, la concepción de Palazón sobre qué debería ser considerado refugio (muy en la línea de CEAR y CCAR) es de mucho interés. Retomando la cita que señalaba al principio, hay algo que es evidente y que el activista critica: a las personas que ‘presionan’ hacia la frontera sur de España, en concreto a los migrantes económicos, no se les reconoce un derecho al refugio porque en sus países de origen no caen bombas. ¿No es acaso la lucha contra el hambre una guerra silenciosa? Considero que sí, que es el próximo paso en la ampliación de aquellas bases que la Convención de Ginebra de 1951 estableció.

Otro punto fundamental de la reflexión al hilo de la sesión en la que me centro, es el desprecio en la relación de Marruecos, perteneciente a la zona del Magreb, con los africanos (negros) provenientes del centro y sur del continente. No es este ensayo lugar para profundizar en el tema y tampoco son fáciles de averiguar las razones de este racismo institucionalizado, al parecer, en la sociedad marroquí. No obstante, sí resultaba necesario, en el momento de confeccionar esta reflexión, el dejar constancia de este hecho y alzar preguntas esenciales para cualquier investigación social como ¿por qué, por qué existe un desprecio especial hacia el subsahariano en Marruecos?, ¿o no es realmente así?, ¿es generalizado o se circunscribe a un sector concreto de la sociedad? y ¿qué factores lo impulsan? En este ámbito, más numerosas son las preguntas que las respuestas por mi parte, aunque testimonios como el de Roland Fosso dejan claro que la violencia racial tiene testigos.

La realidad de los CIEs, tratada también en la sesión protagonizada por Pallasos en Rebeldía, es otra de esas que no dejan indiferente. Pese a que no fue en este ámbito en el que más atención puso, los ‘agujeros negros’ de los que Palazón habla le rompen a uno sus esquemas sobre qué es el Estado de Derecho y cuáles son sus garantías. Al menos cuando éstas han de aplicársele al inmigrante, al no-ciudadano, al infrasujeto (en términos de De Lucas). Comprender a través de los protagonistas cómo estos establecimientos carcelarios se convierten en peores que la peor de las cárceles, en zonas de infraderecho (siguiendo con de Lucas), es fundamental para reaccionar contra éstas y pedir su cierre.

Pese a la importancia de todos los elementos señalados aquí, quisiera ahora resaltar dos tanto por su desconocimiento por mi parte (e intuyo que por el público en general), como por las implicaciones que tiene en términos de políticas públicas: por un lado, la verdadera realidad de las fronteras y su relación con la aplicación del derecho de extranjería, y por otro, el papel de la Guardia Civil en el control fronterizo.

Según la legislación vigente en relación a la entrada ilegal de personas en el territorio español, se estipula la obligación de las autoridades de identificar a estas personas, y hacerlas conocedoras de sus derechos y recursos para su defensa o necesidades jurídicas. No obstante, esto no se empezaría aplicar hasta que positivamente dicha persona (migrante) haya pisado suelo del Reino de España. Pues bien, ¿qué tiene de novedoso esto? Según informó el activista, en realidad cuando vemos encaramadas a las vallas (concretamente a la segunda de éstas), esas personas realmente ya han pisado suelo español dado que el territorio que separa la valla de Marruecos y la de Melilla ya forma parte de España. ¿Por qué? Por disputas políticas entre España y Marruecos. (¿Cómo iba  a permitir el monarca Marroquí que España construyese en su territorio?). Si están en la segunda valla, están en España; y si están en España, aunque no chafen suelo español, debe aplicárseles el procedimiento correspondiente para su caso. Pero no, se les expulsa ‘en caliente’, ilegalmente y pese a las denuncias nacionales e internacionales frente a esta praxis ilegítima.

Por último, pero no menos importante, resulta imprescindible apuntar hacia un actor social clave como es la Guardia Civil. Son numerosas las grabaciones –aunque ninguna sea la condena, y algunas las condecoraciones ministeriales– de los malos tratos y las praxis ilegales que se suceden en la frontera sur de Europa y España. Que se están produciendo ‘devoluciones en caliente’ es difícil de cuestionar. No obstante, la pregunta que a uno le surge es ¿por qué?, ¿por qué las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado infringen la Ley para proceder a la expulsión de alguien si lo más ‘cómodo’ sería seguirla? Parece contraintuitivo que así sea. ¿Racismo? Parece poco probable (en el sentido estricto de la palabra: difícil de probar). Y, ¿si no es esto, qué es? La respuesta a la que la intervención de Palazón apuntaba hacia la peligrosa conjunción entre disciplina militar y política. ¿Por qué la Guardia Civil se ‘arriesga’? La respuesta parece ser, desde un punto de vista de la lógica, que se trata de un cuerpo de naturaleza militar. ¿Y qué implica esto? Disciplina, orden y obediencia. Cuando uno comprende esto, parece más evidente por qué las críticas han de dirigirse a sus superiores políticos, que son quienes dan las órdenes que establecen un estado de excepción en las ciudades autónomas de España y en sus fronteras. En este sentido, la conclusión en este ámbito es clara: es necesario que las fuerzas progresistas y pro derechos humanos del país hagan una fuerte defensa en pos de un cambio en las competencias de nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. La Policía Nacional –una que educada en los valores de tolerancia, respeto y derechos humanos– debe tomar el relevo. Las reminiscencias franquistas no pueden seguir ‘protegiéndonos’ del supuesto enemigo exterior.”

Fernando Ntutumu Sanchis